Descubrir hoteles con encanto es otra de mis pasiones. Hoy os presento Consolación un hotel rural ubicado en el corazón de Teruel, en Monroyo; único y de lujo, por su cocina orgánica y casera, su amable tranquilidad y la majestuosidad de su entorno natural.
Monroyo o Mont-Roig de Tastavins, a 857 metros sobre el nivel del mar, en el corazón de la comarca turolense del Matarraña, es un lugar de esos que todavía cuesta encontrarlo en el mapa. El pequeño pueblo, discreto y sutil, pero a su vez encantador, descansa en la armonía del paisaje natural rodeado de bosques de pinos, almendros y olivos, envueltos bajo una luz que ha cautivado a cientos de personas. El hotel se encuentra en las afueras del pueblo, pegado a la ermita de Consolación, a la que roba su nombre.



La Ermita de Consolación.

Diez de sus doce habitaciones se ubican en cubículos individuales y minimalistas revestidos de madera con maravillosas vistas a las montañas. Suelo de pizarra negra, bañera excavada en el mismo suelo, chimenea colgante y un acantilado a los pies de la cama… ¿qué más se puede pedir?

Diez cubículos de madera con vistas a las montañas.

Maravillosas vistas desde el hotel.

Chimenea colgante y rincón de lectura en los kubes.

La cocina de Consolación se convierte en punto de encuentro, abierta a todas horas con bebidas y alimentos de la zona. Los desayunos, almuerzos y cenas se sirven en el antiguo cobertizo transformado en un acogedor comedor de piedra, madera, acero y cristal. Los platos del restaurante son los típicos de la gastronomía del Matarraña, respetando siempre la estación del año en la que nos encontramos. Aromática trufa negra y aceite virgen de oliva, deliciosas almendras y melocotones, y el exquisito néctar de la miel de las abejas del rincón del Matarraña.

Detalle de la cocina del hotel.
El restaurante de Consolación.
La ecléctica biblioteca.

Acogedores rincones.


Por todo ello puedo decir que Consolación es un hotel de ambiente familiar, pequeño y encantador, que te enamorará nada más llegar. Sólo tiene doce habitaciones, diez kubes o cubículos, y otras dos habitaciones que ocupan el primer piso de la antigua vivienda del ermitaño. Y pegada a ella la ermita del siglo XIV que forma parte del enclave del hotel.
Existen miles de actividades y excursiones que se pueden realizar desde Consolación pero nosotros decidimos pasar un fin de semana de relax en pleno invierno, de esos que te hacen cargar las pilas y olvidarte de todo. Así que el máximo movimiento que hicimos fue pegarnos un baño de lujo frente a la chimenea y el domingo nos dimos un paseo por la amurallada localidad de Morella. Visitamos sus tiendas de productos delicatessen y nos probamos todos los jerséis y ponchos de lana «morellana» que pudimos. Y para la finalizar la jornada comimos en un restaurante recomendado por el hotel, Daluan. En definitiva, disfruté de un fin de semana maravilloso junto a los míos.

¿Qué os parece Consolación? ¿Os han entrado ganas de pasar un fin de semana único en uno de sus cubículos? ¡Felices Pascuas!